2013 es el año del gobierno y sacerdocio de Dios. En el año 2000, el Señor nos habló proféticamente a esta casa, y nos dijo que los primeros años de este milenio iban a ser años proféticos. Al arribar el año 2012, el Señor nos dijo que el 12 era el año de su gobierno y de la autoridad de su Palabra. Pero también nos dijo que el 2012 no sería un año cronológico, circunscripto a 365 días, sino que era el principio de un tiempo donde Dios iba a restaurar su gobierno en la tierra.
Sabemos que Dios reina soberanamente, y que Él hace lo que quiere en los cielos y en la tierra. Mas, como dijo el apóstol Pablo en Atenas Dios ha pasado por alto, y no ha tomado en cuenta por milenios la ignorancia de los hombres, pero en estos días anuncia a todos los hombres, en todo lugar, que se arrepientan, por cuanto Él ha establecido un día el cual juzgará al mundo (Hechos 17:30-31). Jesucristo es el Señor, pero dice el libro de Hebreos que todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas a Él (Hebreos 2:8), pero sí sabemos que Él está reinando y reinará por toda la eternidad. Aunque el mal, simultáneamente está rigiendo en todas las áreas, aparentemente, Dios sigue obrando, sigue salvando, creando nuevas criaturas y cumpliendo su propósito. En la iglesia, a pesar de su estado, Dios ha hecho que quede un remanente fiel, un pueblo consciente que no dobla rodillas a los baales; un pueblo que tiene su corazón en Dios y que espera en Él, que no se desanima, que no se desalienta, que es guiado por el Espíritu, que no se enreda en los afanes de este mundo, en los engaños de las riquezas, sino que es un pueblo que espera en Dios. Ese pueblo no será chasqueado ni será avergonzado ni confundido. El que ha de venir vendrá y no tardara. “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isa 40:8).
Entrando al año 13, queremos develar el significado numérico del mismo. Y esto no es cávala, ni superstición, ni astrología, o alguna práctica adivinatoria esotérica o del ocultismo, sino una revelación bíblica para entender lo que Dios nos quiere decir a través de los números. Es importante connotar que las 22 letras del alfabeto hebreo tienen asignadas tanto un fonema, como un número por letra. Hecho así, su significado esconde simbolismos que expresan simultáneamente una realidad espiritual o física. Por ejemplo, es muy notable cómo los nombres de los hombres que Dios ha usado para cumplir sus propósitos, al sumar el valor de las letras, el resultado numérico siempre tiene relación con el 8 cuyo significado nos habla de equidad, justicia, reinicio. Pero cuando tiene que ver con nombres de algún rebelde o impío, la suma siempre da 13 cuyo significado está relacionado con rebelión, pecado, decadencia y apostasía. Los descendientes de Set, si sumas el valor numérico de esos nombres, siempre el resultado da 8, pero cuando se añaden las descendientes de Cam y de Saúl la suma total tiene relación con el 13. Por tanto, el Espíritu Santo usa los números para descifrar la naturaleza y carácter de las cosas, y con alegorías y figuras nos hace entender verdades espirituales escondidas en los mismos, abriendo la sabiduría de Dios en misterio, esa sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, para que ahora sea dada a conocer por medio de la iglesia (1Co 2:7; Efesios 3:9-10).
En Génesis 14:4 se hace la primera mención del número trece en la Biblia. El texto se refiere que varios reyes sirvieron a Quedorlaomer, rey de Elam por doce años, pero en el decimotercero se rebelaron. O sea, este rey tuvo gobierno, autoridad por doce años, pero en el año trece los reyes sometidos hicieron una insurrección. Desde aquí en adelante, cada vez que se habla del número trece, en la Palabra, se relaciona con rebelión, apostasía, deslealtad, corrupción, desintegración, revolución y/o alguna idea relacionada con estas cosas.
En Génesis 17:24-25, encontramos que Abraham se circuncido a la edad de 99 años, pero Ismael, su hijo, fue circuncido a la edad de 13 años. Sabemos que el nacimiento de Ismael fue un plan en contra de los designios de Dios, orquestado por Sara y Abram, cuando dudaron de la palabra de Dios en cuanto a darle descendencia. Ismael es el fruto de la voluntad humana, y una manifestación de rebeldía a lo que Dios ya había determinado. Este muchacho nació en rebelión y para rebelión. Ismael al circuncidarse entra en el pacto, pero era ajeno al pacto; tenía la señal externa, pero no el corazón del pacto. Representa a todos aquellos que reclaman el pacto según la carne, pero no en el espíritu. Tenía la señal del pacto en la carne, pero no así en el corazón, pues nació como una rebelión al gobierno de Dios. En Génesis 16:12 vemos el carácter de Ismael: hombre fiero y su mano será contra todo, y la mano de todos contra él. Este nació en rebelión y era rebelde, y luego se apartó, porque no tuvo parte con Abraham. En el 25:12-17 se habla de las doce tribus de Ismael, pero cuando se toman los múltiples de los doce nombres, da trece. Concluimos entonces que sin lugar a dudas que el carácter de Ismael era rebelde, su nacimiento representa rebeldía y su genealogía también. Por eso, cuando el apóstol Pablo nos habla de la alegoría que representan Sara y Agar, dos pactos, el de la carne y el de la promesa, también dice que la Escritura afirma: “Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre” (Gal 4:30).
En este año 13, el cual es una continuación del año 12, donde -a través de la iglesia y la predicación del evangelio- Dios irá tomando su lugar e imponiendo su vara de autoridad en la iglesia. Él hará separación entre los hijos según la carne (Ismael) y los hijos de la promesa (Isaac). Dios va a hacer una demarcación, comenzando este año, entre los hijos de la esclava y los hijos de la libre. Como se dijo: «Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo” (Gen 21:10), así te dice el Señor hoy: «Echa la rebelión, saca todo plan humano de tu casa, y toda obra que no hizo Dios, aunque la haya aceptado y bendecido temporalmente, como hizo con Ismael». Todo lo que es concebido en un vientre donde Dios no fue el que engendró, el resultado es Ismael, rebelión contra Dios. Todo lo que se gesta sin Dios es rebelión. Solo lo que Dios engendra da como fruto: gobierno de Dios, sabiduría de Dios y propósito de Dios. Por los siglos se han mezclado las dos cosas, y hubo un tiempo cuando Ismael e Isaac moraban cerca, pero cuando murió Abraham se relacionaron por un tiempo, pero al final se separaron (Génesis 25:11). Y Dios en éste tiempo, especialmente en el año 13 va a comenzar a separar toda obra que no se hizo en el plan de Dios, pues “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. (Mat 15:13), así como será separado el trigo de la cizaña, porque todo aquel que es Ismael o como Ismael entorpecen el propósito de Dios. Por eso Dios te dice: «Saca a Ismael, mándalo lejos, porque estando en la casa se comportarán como enemigos de los hijos del propósito. Cuando Agar vio que había concebido, miraba con desprecio a Sara, su señora (Gen 16:4), e Ismael cuando creció se burlaba de Isaac (Gen 21:9). Eso mismo nos pasa con aquellos que han nacido con el espíritu de Grecia, que llaman a los piadosos ignorantes, y se burlan de nuestra fe, porque ellos están basados en la razón, en el intelecto, en filosofía y teología humanas. Mas, no importa que se rían de nosotros, o el concepto que tengan de nosotros, lo importante que hemos nacido de Dios, que somos de Dios y nos vamos con Dios.
Dios se va a meter en el medio, como se refiere a la Palabra, la espada de dos filos; que penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Heb 4:12 R60), así Dios va a separar lo que no es suyo, que no esté de acuerdo con su plan. El tiempo ya llegó, estamos todos en la misma casa de Abraham, los ismaelitas, y la descendencia de Isaac, juntos aunque no revueltos, pero Dios los va a separar, porque no quiere traer confusión, a Dios no le gustan las mezclas, Dios es definido, Dios tiene un solo pensamiento, no hay relación entre las tinieblas y la luz, entre Cristo y Belial. Nuestro Dios uno es, y uno es su propósito, por lo que profetizo que parte del propósito de Dios en este tiempo de gobierno es empezar a separar lo que no es de él, echarlo fuera, para que se vea con claridad lo que no es suyo.
Sabemos que los hijos de Israel provienen de cuatro mujeres, dos de ellas siervas de Lea y Raquel cuando ellas, que eran las esposas, no pudieron darle más hijos a Jacob. El caso de Raquel era que, aunque era la amada de Jacob, era estéril, pero al final la Palabra dice que Jehová se acordó de ella y tuvo su primer hijo al que llamó José, el hijo undécimo de Jacob, cuyo nombre significa “Jehová añade”, anunciando con esperanza que Dios le iba añadirle más hijos. Y así mismo fue, después de un tiempo nace Benjamín, el hijo doce. Pero cuando este muchacho iba nacer se complica el parto y Raquel pensó que el niño iba a morir, pero nació y se completó el número de gobierno. El doce casi se muere, por eso la madre, le nombra “Benoni” que significa “hijo de mi dolor”, pero el padre con su autoridad dice no, y le llama Benjamín que significa “hijo de mi diestra”. Nota todo lo que sucedió para que llegara el doce, y para que se completara el número de gobierno. Siempre en el mundo de las tinieblas habrá oposición para que se establezca el gobierno, Benjamín nació para que haya gobierno. El número doce no representa solo un número, sino una verdad espiritual y es que Jehová gobierna, que Dios reina, y que suyo es el cetro, suya la corona y suya la autoridad.
Hubo muerte en el parto, pues aunque no murió el hijo doce, Benjamín, murió Raquel su madre, porque muchas veces para que haya gobierno debe haber muerte. Cuando Israel va a Egipto a reencontrarse con su hijo José, conoce a sus nietos, y le dijo: “ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos” (Gen 48:5 R60). En otras palabras, Jacob se apropia de los dos hijos de José, descompletando el doce, pues ahora son trece, pues con esa acción ya José no se menciona. No hay tal cosa como la tribu de José per se, pues para José poder tener dos partes en la heredad de Jacob, tuvo que desaparecer. Así pasa con los que desean dar hijos en el reino tienen que desaparecer. Cristo habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, tuvo que morir, por eso dijo: De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24 R60). Cristo tuvo que morir que nosotros fuésemos contados en él.
Volviendo al significado de los números, vemos que hubo problemas para que se formara el doce, y luego que estaba formado, se descuadra, aumentando a trece. Pero lo que vemos en la conducta de Dios es que para completar su número doce, se omite uno para que no haya trece. En apocalipsis se omite a Dan; cuando Moisés bendice a las tribus, se omite a Simeón (Deuteronomio 33); cuando se eligieron los nombres de los príncipes de cada tribu para reconocer la tierra prometida, se omite a (Números En conclusión, para que haya doce, siempre se omite uno para que no sean trece, porque no puede ver rebelión, sino gobierno, pues Jehová reina en Israel. Ahora, como había trece, Dios dice: “… enteramente me son dedicados a mí los levitas de entre los hijos de Israel, en lugar de todo primer nacido; los he tomado para mí en lugar de los primogénitos de todos los hijos de Israel” (Núm. 8:16). Desde entonces Levi ya no se cuenta, porque Jehová lo toma para el sacerdocio volviendo a completar el doce, entonces ahora hay gobierno y hay sacerdocio en Israel. Para romper la rebelión saco uno para el sacerdocio, por lo que veremos que Dios destruye la rebelión con el sacerdocio, lo cual es su antídoto.
En génesis 49. Vemos a Israel bendiciendo a las tribus, pero de Simeón y Leví maldice su furor y dice que “En su consejo no entre mi alma, Ni mi espíritu se junte en su compañía (Gen 49:6), debido a la venganza que hicieron estos a los de Siquem, por la violación de Dina (Génesis 34:25-26).Sin embargo, cuando Moisés estuvo por cuarenta días en el monte, y el pueblo se hizo un becerro de fundición y le adoraron, Leví se levantó a la voz de Moisés que dijo: “¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. (…) Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente” (Éxodo 32:26, 27). Y dice que los hijos de Leví se levantaron y mataron como tres mil hombres ese día, con lo cual se consagró delante de Jehová. Cada vez que hay desobediencia, hay pecado contra el gobierno de Dios. Esa es la causa por la que Dios fue tan severo con Saúl y no así con David. El pecado de David fue un pecado contra la santidad de Jehová (adulterio y homicidio), por lo cual fue castigado (2 Samuel 12:9-13); pero el pecado de Saúl fue desobediencia al gobierno de Dios, y fue desechado (1 Samuel 15:18-23). Cada vez que honramos celando el nombre de Jehová, nos ponemos de lado de su gobierno. Al vindicarse Leví delante de Jehová con su celo a favor del gobierno de Dios, lo eligió Dios más adelante para el sacerdocio. Aquel día Dios terminó con la maldición y la rebelión de Levi para hacerlo su sacerdote.
El antídoto contra toda rebelión es un sacerdocio fiel a Dios. El sacerdocio de Samuel, por ejemplo, salvó a Israel de la rebelión de la casa de Elí; el sacerdocio de David, en cierto sentido, salvó a Israel, porque mientras Saúl mató a los sacerdotes, David los defendía (1 Samuel 22:18, 23). La rebelión de Coré, Datán Abiram, quienes ambicionaban el sacerdocio casi hace que Jehová en su ira consuma a las tribus de Israel, pero Moisés en la intercesión y a Aarón con el incensario hicieron que cesara la mortandad (Números 16:48). Vemos en Baal-peor, como siguiendo el consejo de Balaam, el rey de Moab introdujo mujeres en el campamento de Israel, empezando los hijos de Israel a pecar con mujeres extranjeras, no solo con pecados sexuales, sino de idolatría y fornicación (Números 25:1-2), rebelándose contra Jehová, por lo que empezó la mortandad, pero la detuvo Finees cuando alanceó a dos por su vientre, cesando la mortandad de los hijos de Israel (Núm. 25:7-8). Por tanto, podemos decir que el sacerdocio salvó la congregación de Israel y restableció el gobierno de Dios. Siempre un sacerdocio fiel salva el gobierno de Dios.
En conclusión, cada vez que hubo rebelión contra el gobierno de Dios, lo que aplacaba la ira y restablecía su gobierno, era una ofrenda, una mediación del sacerdocio con la cual se agradaba a Dios. El sacrificio de Jesucristo en la cruz del calvario aplacó la ira de Dios contra el hombre, causada por la rebelión de Adán. Sabemos que Adán desobedeció al gobierno de Dios cuando le creyó más a un animal que a Dios (Génesis 3:1-19). Pero dice el libro de Hebreos que un sacerdote es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados a Dios (Heb 5:1), por lo que el sacerdote Cristo, en la cruz del calvario, él se hizo ofrenda siendo a la vez el sacerdote, y constituido sumo sacerdote, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (Heb 10:14) y destruyo la rebelión contra el gobierno de Dios que cometió Adán nuestro padre, y el sacerdocio de Cristo es que nos salva, como ofrenda, como sacerdote y como sumo sacerdote. El antídoto contra la rebelión y el pecado en contra del gobierno de Dios es un sacerdocio que agrade a Dios. Ese es el trabajo de los intercesores, que como sacerdotes interceden para que Dios perdone el pecado del gobierno y la voluntad de Dios.
En aquella enseñanza que compartimos con ustedes, que titulamos “El Manto Menospreciado”, estuvimos estudiando acerca del sacerdocio, cuyo manto, el efod de lino, es menospreciado por aquellos que gustan ser vistos por los hombres. Uno de los usos del efod era consultar a Jehová (1 Samuel 23:9; 30:7), en otras palabras, sin sacerdocio no hay gobierno. El sacerdocio no es solo el antídoto contra el pecado contra el gobierno que es la rebelión, pero tampoco puede haber gobierno si no hay sacerdocio. La medicina para inmunizarnos contra el pecado de rebelión es el sacerdocio. La iglesia que desea tener gobierno eficiente y eficaz debe realizar un sacerdocio fiel para Dios. La esperanza de que el gobierno de Dios se reestablezca o se restaure en los hogares es que se realice un sacerdocio fiel que agrade a Dios. Nunca habrá gobierno de Dios donde no hay sacerdocio que agrade a Dios.
Dios para deshacer el trece, que representa rebelión, y restablecer la representación de gobierno -que es el doce- tomó la tribu de Leví y la constituyó en su sacerdocio. Entonces hubo sacerdocio y gobierno de Dios. Pero estas dos cosas funcionaban separadas. Judá (David) tenía el gobierno y Levi el sacerdocio. Generalmente siempre que en Israel hubo armonía con Dios era porque el rey y el sacerdote estaban juntos y unidos (2 Crónicas 29;30).Ahora, David fue el prototipo de que representa la unidad entre el sacerdocio y el gobierno. David era rey, pero también se ponía el efod de lino delante de Jehová (2 Samuel 6:14). De hecho, fue el único rey que menciona la Biblia que vistió el atuendo de los sacerdotes, un efod de lino, y que agradó a Dios (1 Crónicas 15:27). David tenía sus afectos en la casa de Jehová, y aunque pertenecía a la tribu de Judá y no a la de Leví, podemos afirmar que también era un sacerdote, un levita de corazón, no por elección, sino por llamamiento santo. Hay quienes adoran porque tienen un cargo, porque están en el altar, pero hay quienes adoran y ni siquiera entonan, pero adoran porque tienen el corazón en la adoración a Dios. David era un adorador y también era un sacerdote, aunque no era de la casa de Aarón, porque era un tipo de Cristo en el cual se fusionan los dos ministerios. Dice el libro de Hebreos que nadie que no fuera de la tribu de Leví podía ser sacerdote, pero cuando hay un cambio de pacto hay un cambio de sacerdote, de manera que en Cristo un descendiente de la tribu de Judá fue llamado sumo sacerdote, inaugurando una nueva orden sacerdotal no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible (Hebreos 7:11-16).
Dios en Cristo cambió el pacto y también el sacerdocio interponiendo dos decretos. El primer decreto lo encontramos en el salmo segundo, cuando dice: “Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte. Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra. (Salmos 2:6-8). Jehová establece su gobierno en el Hijo, entregándole autoridad y declarándolo rey de todas las naciones y los confines de la tierra. Con el segundo decreto, Jehová le entrega al Hijo el sacerdocio en el Salmo 110, cuando dice: “Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec” (Salmos 110:4). Es decir que el gobierno y el sacerdocio eran dos ministerios que se ejercían en Israel, por dos tribus, independientemente: Judá en el gobierno, y Leví en el sacerdocio. Mas, en Cristo se unieron estos dos ministerios porque a Jehová le agradó. Él es rey y sacerdote y a nosotros nos hizo reyes y sacerdotes para reinar con él y para ministrarle al Padre con él (Apocalipsis 1:6). El gobierno y el sacerdocio son dos varas: la vara de Moisés, gobierno, autoridad; y la vara de Aarón, sacerdocio. Jesús se sentó a la diestra de la majestad en las alturas –gobierno-; y desde allí intercede por nosotros, -sacerdocio- (Hebreos 1:3; Romanos 8:34).
En la iglesia por siglos y milenios los dos ministerios han estado divorciados hasta el día de hoy. El gobierno de la iglesia, tristemente, en general, ya no es el gobierno de Dios, sino de los hombres, porque la iglesia no está dejando reinar a Cristo ni al Espíritu Santo. Una vez el Señor me dijo: «El pecado de Israel fue contra el Hijo, pero el pecado de la iglesia es contra el Espíritu Santo». Jesús, el rey de la iglesia, envió al Espíritu Santo para guiar a la iglesia, y ésta se someta a Él, pero la iglesia ha quitado al Espíritu del gobierno y se ha sentado a reinar sin Él. La iglesia se sienta en juntas, pero que nada juntan; gobiernan a través de comités, deliberaciones y asambleas, como órganos políticos de una organización que toma decisiones con todos los poderes posibles y se constituye en el órgano máximo de decisión. Hoy no se guían por el Espíritu, como la primera iglesia, pero Dios está restaurando su reino, y hay un pueblo que está buscando a Dios, y dice, contrario al pueblo judío, “¡Queremos que Él reine entre nosotros!”. Eso es lo que nosotros llamamos el mensaje del reino: que Él reine; que se busque su gloria; que no se busque lo nuestro, sino lo que es de Cristo; que tomemos la cruz y sigamos a Cristo; que no busquemos nuestras conveniencias; que no andemos con nuestras agendas; que no estemos monopolizando y manipulando el consejo, para hacer nuestra voluntad, sino que nos arrodillemos y pidamos al Espíritu Santo que nos revele lo que el Padre quiere hacer, porque la iglesia pertenece a Cristo y Cristo es el Señor de la iglesia. Por tanto, primero Jesucristo tiene que reinar en la iglesia, para que después reine en el mundo.
En el salmo 110, que representa el corazón de este mensaje profético, dice que su pueblo se le ofrecerá a Él voluntariamente (v. 3), pero también dice: “El Señor está a tu diestra; Quebrantará a los reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones, Las llenará de cadáveres; Quebrantará las cabezas en muchas tierras. Del arroyo beberá en el camino, Por lo cual levantará la cabeza” (Sal 110:5-7). En otras palabras, el pueblo que le sirva voluntariamente reinará con Él, pero el que se resista, Él lo quebrantará como vasija de barro. En el año 12 comenzó un tiempo donde el Señor irá tomando el control y la autoridad en la iglesia, y el que se le opone lo quebrantará como vasija, pero nadie impedirá que Cristo reine en la iglesia. Y yo vengo a decirte iglesia que aunque esto ha comenzado hace un tiempo, que hay iglesias que se han ido sometiendo a Dios, aunque no sean muchas, el Señor va a intervenir con su poder con el Espíritu Santo, como lo hizo en el tiempo del pentecostés, en el primer siglo, y entrará a la iglesia y muchos se someterán a su gobierno. Pero el gobierno de Dios entrará a través el sacerdocio, dice el Señor, porque primeramente hay que ministrarle al Señor para que en su presencia, como en el libro de los Hechos, Dios revele su voluntad. Y así como los antiguos consultaban con el efod a Jehová, así tendremos que consultar a Jehová con el sacerdocio. No hay gobierno si no hay sacerdocio. El año 13 no es un año de 365 días, la rebelión comenzó en el Edén, y todavía estamos en el 13. Cristo en la cruz destruyó la rebelión, y comenzando en este tiempo desde el 12, Dios va a comenzar como un conquistador a enseñorearse y a quitar del medio toda rebelión y a crear conciencia, y a través del sacerdocio será la restauración del gobierno.
Jesús eligió doce apóstoles, pero Judas el Iscariote traicionó al Señor, y quedaron once, y se rompió el gobierno de Dios en cuanto a número. En el libro de los hechos Pedro toma a José llamado Barsabás y a Matías, y ora para el Señor, que conoce los corazones de todos, muestre cuál, de esos dos, Dios ha escogido, para que tome el lugar del ministerio y apostolado que cayó Judas por rebelión (Hechos 1:24-25). Entonces echan suerte y la misma cae sobre Matías que fue contado con los once, completando el doce. Mas, como Israel, más adelante viene el Señor y elige a un rebelde, Saulo de Tarso, añadiendo uno al apostolado, que ahora se cuenta 13. El elegido fue un enemigo, rebelde, que estaba contra Cristo, llamado Saulo cuyo nombre significa “pedido”, como Saúl, pero a diferencia de éste último que fue pedido por el pueblo, Pablo fue pedido por Dios. Él salió a perseguir a Cristo, pero entonces fue encontrado por Dios (Hechos 9). Elegido Saulo, el número de los apóstoles se desintegra, y de doce se cuentan trece, pero entonces narra Lucas, Herodes desató una sangrienta persecución contra los cristianos, entre los cuales mató a Jacobo (Hechos 12:2), y el gobierno volvió a constituirse en doce. Los misterios de Dios. Entendemos que cuando habían trece en las tribus de Israel, con Efraín y Manasés, Dios restó sacando a Leví, y aquí Dios suma a los doce apóstoles a Saulo, y se cuentan trece, pero luego resta uno, llamando a su presencia a Jacobo, y quedaron de nuevo doce, gobierno de Dios. Eso lo hizo ayer, y lo seguirá haciendo hoy, sumando y restando, para completar su propósito. En otras palabras, donde haya rebelión va a sacar, y donde falte para ver gobierno va a añadir, por la Palabra de Dios, pues ya lo hizo dos veces, y lo hará tres veces, dice el Señor.
Aquí en nuestra iglesia hay un misterio también, y éramos doce, luego diecisiete, y ahora quedamos doce. Hemos visto como Dios quita y pone, suma y resta para completar su propósito, el número de los suyos. Lo ha hecho y lo va a hacer, es la soberanía de Dios a la cual decimos amén. Ahora, ¿por qué Jehová sacó? Porque hubo infidelidad en el sacerdocio, pues en último análisis se pierde el gobierno cuando se pierde el sacerdocio. La gente que usted ve que está en autoridad y se extravía, se desliza cuando comienza a descuidar el sacerdocio, la relación con Dios. Cuando se desatiende a Dios se dejan los asuntos de Dios. Nunca va a ver buen gobierno si no hay una buena relación con Dios, porque Dios es en el secreto que revela su voluntad. “En los íntegros es hermosa la alabanza. (…) La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto. (…) ¿Quién es el hombre que teme a Jehová? Él le enseñará el camino que ha de escoger” (Salmos 33:1; 25:14,12). Los que le temen tienen sacerdocio, por eso tienen dirección, tienen instrucción y tienen gobierno.
La toma de Jericó, nos revela en esta enseñanza, una estrategia espiritual de nuestro Dios. La palabra Jericó su múltiplo da 13, rebelión; y la suma de todos los nombres de los pueblos que la habitaban, da múltiples de 13, rebelión. Esta ciudad estaba cerrada, bien cerrada, pero era la puerta a la tierra prometida y Dios sus muros los derribó. El Señor hizo caer sus muros con trece vueltas, número de rebelión. Podemos decir entonces que Dios acabó la rebelión con rebelión. Pablo era el apóstol 13, el rebelde, pero Dios lo tomó y lo hizo el campeón del cristianismo, en cuanto al ministerio se refiere. El Señor convirtió al rebelde, se impuso sobre el rebelde y toma el trece como instrumento de cumplir su propósito y destruir la rebelión.
Dios siempre ha usado esa estrategia. Lo vemos cuando Israel se revelo contra Dios en el desierto y Él les envió serpientes ardientes que mordían al pueblo (Núm. 21:6). Cuando estos vieron que mucho pueblo de Israel estaba muriendo, reconocieron que habían pecado rebelándose contra Dios y contra Moisés, y rogaron que les sea quitada esa plaga. Entonces Jehová dijo a Moisés que se hiciera una serpiente ardiente, y la pusiera sobre una asta, para que cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, no muera, sino que viviera (Núm. 21:8). Luego Jesús usa ese incidente, hablando con Nicodemo y le dice; “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:14-15). De igual manera vemos cómo David cunado estaba huyendo de Saúl, llegó a Nob a la ciudad de los sacerdotes, y se encontró con uno de los siervos de Saúl, Doeg, edomita, por lo que le dijo a Ahimelec: “¿No tienes aquí a mano lanza o espada? Porque no tomé en mi mano mi espada ni mis armas…” (1Sa 21:8 R60). Y el sacerdote respondió a David: La espada de Goliat el filisteo, al que tú venciste en el valle de Ela, está aquí envuelta en un velo detrás del efod; si quieres tomarla, tómala; porque aquí no hay otra sino ésa”. A lo que David respondió: “Ninguna como ella; dámela” (1Sa 21:9). Esa espada era la de Goliat, pues David lo que usaba era una honda y cinco piedras, pero con esa misma espada David le cortó a Goliat la cabeza (1 Samuel 17:51). Por eso no hay mejor espada que esa, porque con la misma espada que el gigante te quiere matar, con esa misma espada lo vencerás.
La Palabra dice que en la cruz del calvario, Aquel que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2Co 5:21). En otras palabras, ¿de qué manera Cristo destruyó el pecado? Haciéndose pecado. ¿Y cómo destruyó a la muerte? Muriendo para resucitar. Por eso, dijo el escritor inspirado: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol” (Oseas 13:14). Jesucristo muriendo quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio, sorbiendo la muerte en victoria (2Ti 1:10; 1 Co 15:54). Y Dios ahora va a tomar la misma arma de la rebelión para destruir la rebelión. Con la misma arma que el diablo usó para destruir vidas, esa misma arma usará Dios para rescatar vidas. Muchos de los ministerios de restauración y de rehabilitación son dirigidos por aquellos que padecieron y casi murieron al sufrir violaciones, ataduras y abusos de sustancias, pero ahora usan sus experiencias para llevar vida y rescatar a muchos que el diablo está destruyendo. Desde este año el Señor va a tomar la misma arma del diablo para derrotar al diablo. Es más derrota cuando te derrotan con tus propias armas, y de esa manera es que Dios se impondrá contra el mal y contra toda rebelión.
El libro de Ester nos trae la última ilustración del arma de nuestra milicia que Dios nos está revelando hoy. Sabemos que Amán se constituyó en enemigo de Dios cuando su odio por Mardoqueo lo llevó a orquestar el plan de acabar con el pueblo judío. El relato bíblico dice que por un año fue echada Pur, o sea, la suerte, delante de Amán, para cada día y cada mes del año; y salió el mes duodécimo, o sea, el 12, que es el mes de Adar el día en que él se presentó delante del rey Asuero para pedirle que extendiera un decreto en contra del pueblo judío (Ester 3:7,9). Hecho así, el día trece del primer mes fueron convocados los secretarios del rey y se escribió exactamente, según las órdenes de Amán, a los sátrapas del rey, a los gobernadores de cada provincia y a los grandes de cada pueblo, a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, para destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, el trece del mes duodécimo, es decir al año siguiente en que se expidió el decreto (Ester 3:12,13). Pero dice en Ester 8:12, que el rey Asuero, después de muerto Amán, dio un nuevo decreto donde se le daba facultad a los judíos de defenderse de cualquier ataque, por lo que llegado el día señalado, el mismo día en que los judíos serian exterminados, sucedió todo lo contrario. Ellos se defendieron de todos los que le aborrecían, y nadie los pudo resistir porque un gran temor cayó sobre todos los pueblo (Ester 9:2).
Nota que el horóscopo señaló el día 13 del mes 13 como el día de la venganza, sin embargo sucedió todo lo contrario. De la misma manera Balaán no pudo maldecir a Israel, porque cada vez que abría su boca los bendecía, “porque contra Jacob no hay agüero, Ni adivinación contra Israel” (Núm. 23:23). El mundo, lleno de superstición, se estremece porque llegamos al año 13, número que representa para la tradición la mala suerte, un mal augurio. A tal punto es la triscadeicafobia que incluso los aviones no tienen líneas de asiento número trece porque nadie compraría esos boletos. Pero que la iglesia le tema al trece o a la brujería, no es posible, porque la brujería debería tenernos miedo a los cristianos. El Señor dijo: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Mar 16:17-18). Nada nos dañará, ni brujería, ni hechicería, ni horóscopos, ni maldiciones, ni supersticiones, ni agüeros, ni vudú, ni nada. Si el diablo entra a tu vida es por tu miedo, porque el miedo pone lazo, y el miedo es para el diablo lo mismo que es la fe para Dios. Por la fe entra la gracia, y por el miedo entra el diablo. La fe es el canal por donde pasa la gracia. Nuestro Dios vence la superstición, la rebelión y todo lo que se levante en contra de su gobierno y su propósito.
Por todo lo antes dicho, se verán muchas cosas extraordinarias en este año, cosas muy parecidas a estas porque Dios sustrae este mensaje de las mismas Escrituras el mensaje para que tengamos fe. Dijo Calvino, teme a dios y no tendrás que temerle a los hombres; y yo te digo: teme a Dios y no tendrás que temerle al diablo.
Este año habrá muchas actividades anticristo en el contexto de Juan, no en el escatológico, del hijo de perdición, sino el de muchos anticristos que surgen como señal de los últimos tiempos (1 Juan 2:18). Desde ahora se van a desatar cosas contra Cristo que el que no esté firme sobre la roca va a temblar, y dios en su soberanía lo va permitir para ver si echamos mano de la palabra, si hemos aprovechado lo que hemos escuchado, para ver dónde está nuestra fe. Vienen muchas actividades contra cristo, contra el evangelio. Contra la verdad, contra la iglesia.
Habrá muchas manifestaciones de rebelión en el mundo político y social, y también en la iglesia. Se revelara los pensamientos de muchos corazones. Dios va hacer mucha podredumbre del corazón, muchas cosas que estaban ocultas, intenciones ocultas por anos, pero dios lo va a limpiar y veo a Jesús cabalgando en su caballo blanco con la insignia de Fiel y el Verdadero, viene a hoyar serpientes y escorpiones, viene a someter pueblos, viene con la vara de su poder, viene a arrasar con la rebelión, viene a establecer su gobierno en la tierra.
La autoridad del gobierno de dios en este año se impondrá sobre la rebelión y ser visible y manifiesto. Este será el ano de la victoria del gobierno de Dios contra la rebelión.
Se fusionaran el gobierno de Dios y el sacerdocio en la iglesia, así como en Cristo Dios unió las dos varas así se unirán los dos ministerios, el gobierno-sacerdocio,
La rebelión, la corrupción, la deslealtad, y la apostasía, todo lo que representa el 13, serán desenmascaradas este año y a partir de este año.
El cielo va a estar cerrado para los que tienen el corazón y la rebelión de la casa de Acab y Jezabel, pero abiertos para los que tienen el corazón de Elías, de Eliseo y de los hijos de los profetas.
A partir de este año Dios sumará para completar su gobierno, y restará para perfeccionarlo. Añadirá y quitará. Lo que esté en contra lo quitará, y lo que falte lo añadirá para que haya perfección en su gobierno y en su propósito. No solo se refiere a personas, sino a toda cosa que se levante en contra de lo que Él ha establecido. Donde quiera que falte lo pondrá, y lo que está de más –que no es de Él- lo quitará, para que haya perfección en su propósito y en su gobierno. Él completará lo que falta para que haya gobierno y quitará lo que impide que haya gobierno en la iglesia. Parece lo mismo pero no es igual.
Este año es el año del gobierno y el sacerdocio de Dios. El 12 es el año del gobierno, pero también representa un tiempo no circunscrito a 365 días. Y en el tiempo de mi gobierno que es el 12 en adelante yo paso por el trece destruyendo la rebelión a través de mi sacerdocio, entonces voy a juntas los dos ministerios. Gobierno que comienza en el 12 con el sacerdocio que destruye rebelión y es la manera como Dios se impondrá contra el mal. Generalmente los profetas eran sacerdotes, y vemos como el profeta lleva el mensaje de Dios, pero también lleva el pueblo a Dios.
Dios junta el gobierno y el sacerdocio como la primera arma estratégica para establecer e imponer su gobierno para destruir la rebelión. El que es de Dios la palabra de Dios oye.
Cosas abruptas acontecerán este año, que nunca fueron desde que hubo gentes sobre la tierra. Acontecimientos que van a sacudir al planeta y a los hombres. Tiempos de angustias, las virtudes de los cielos serán conmovidas. El mundo político, social y económico será sacudido de ahora en adelante. El cielo se cerrará.
Espíritus de demonios saldrán de sus guaridas a engañar a los hijos de los hombres. El diablo tiene preparado su estrategia final, con el arma más poderosa, pero Dios también está preparado para ponerle fin. Por eso Dios quiere un pueblo apercibido que no se deje engañar. Un pueblo que esté velando y orando.
Lo imposible se hace posible.
Dios hará una coordinación con sus ministros, gente que nunca se conocieron haciendo lo mismo; participarán juntas coordinadamente, participando armoniosamente en un mismo propósito para llenar la tierra de su gloria.
Dios toca los corazones de los intercesores. Aumentará los intercesores, subirá la llama del evangelismo, y brujos, rabinos, ateos, judíos convirtiéndose al Señor; muchos rebeldes volverán al camino.
Veo que Dios enciende el oriente, que habrá trascendencia en Siria, y el conflicto pasará a otras naciones, y habrá problemas serios. Israel pronto estará en guerra. Veo tiempos de angustias para Jacob para tener misericordia como la tuvo en Peniel. Israel verá el rostro de Dios como lo vio Jacob y verá al que traspasaron y verán a Jesús, al Cristo de Dios.
Muchos judíos serán convertidos como Saulo de Tarso, y el nombre de Dios será glorificado.
India, China, países árabes el señor se impondrá como lo hizo en Berlín derrumbando el muro.
Obra extraña, milagros y prodigios hará a personas de otras religiones para que crean
Tiempos apostólicos, proféticos y de restauración de todas las cosas. Hoyará a la serpiente.
No es tiempo para minucias, no te dejes engañar por el diablo, es tiempo de buscar al Señor. Habrá terremotos y maremotos en algunos lugares, pues los hombres cosecharan lo que han sembrado, se fueron a las fabulas y a las estadísticas, pero yo soy dios.
Unción profética, unción de cánticos proféticos, tiempos apostólicos. Dios se glorificará en estos días.
Viene luz de Dios, y se disiparán las tinieblas, levantad justos, ciñe tu lomo oh valiente que Jehová viene como torbellino y rugirá como león
Tiempo de vencer con la espada del espíritu. Toma la palabra, lee la palabra, escudriña la palabra, medita en la palabra, cree a la palabra. Dios se revelará a los que le buscan.
Impartiré celos por la palabra, celos por la oración, celos para buscarme, celos para defender la verdad, celos por lo correcto, celo por la rectitud. Espíritu de hermandad, de amor los unos por los otros, amarán a los que te hacen mal. Transformaré el corazón, une tu corazón al mío dice Dios.
Bienaventurados todos aquellos que escuchan esta palabra y la obedecen y la guardan en sus corazones y se mantienen en guardia, alerta, bienaventurados lo que se mantienen despiertos y mantienen sus lámparas encendidas y guardan el aceite como las vírgenes prudentes, porque pronto se escuchará el clamor. Glorifica tu nombre oh Dios. Amén
Mensaje profético dado a nuestra congregación el 31 de diciembre de 2013, por el pastor Juan Radhamés Fernández. Para Ver este mensaje haga clic aquí.
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