Jesús nació por nosotros; vivió por causa de nosotros; murió por nosotros; resucitó por nosotros; ascendió al cielo por nosotros; se sentó a la diestra del Padre para interceder por nosotros, y un día vendrá por nosotros. Él es la dádiva generosa del Padre a favor de un mundo que no le amaba. Jesús, que sí sabía cuánto lo ama el Padre, también conoció lo que significó para Él entregar a su Hijo para lograr nuestra reconciliación. Por esa razón, con divino asombro y conmovido en su espíritu exclamó: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su a Hijo unigénito…» (Juan 3:16). Que Dios nos ayude a entender esas palabras: «De tal manera amó Dios…»
El apóstol Juan, como no podía explicar el amor de Dios, nos invitó a mirarlo, y escribió: «Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…» (1Jn. 3:1). Lo que revela la grandeza del amor del Padre es su amor por la dádiva, y el sacrificio que vivió cuando por amor a sus enemigos, se privó de su tesoro. El dolor de la entrega manifestó la imponderable naturaleza de su divino amor. El Padre dio lo que más amaba para salvar a los que no le amaban. Su amor consiste en que nos amó primero, y nos amó cuando no le amábamos. Hay dos cosas que el Señor quiere que entendamos cuando celebramos el nacimiento de su Hijo:
- El amor manifestado en la dádiva de su Hijo.
- El propósito de la dádiva o don del cielo.
Jesús no fue tanto un don, sino también una inversión. El Padre con la dádiva de su tesoro adquirió un campo, porque allí encontró otro tesoro. Ni el campo comprado (el mundo) ni el tesoro adquirido (la iglesia) valían nada. Lo que nos dio valor fue el inefable precio que se pagó para obtenernos. Cristo, el precio de Dios, ahora es nuestra valía. El tesoro invertido nos hizo tesoro valioso e inestimable para Dios. La dádiva del Hijo nos hizo honorables y de alta estima a la vista del Dios Eterno. Por Israel, Dios dio naciones, pero por nosotros dio al amado de su corazón. “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré” – Isaías 43: 1-5.
Este ha sido el logro de la inversión o negocio del Padre: 1. Dio a su hijo para adquirir hijos (Juan 1: 11-13; 1Ju 3:1); 2. Entregó al justo por los injustos, para hacernos justos (1Pe 3:18; 2Co 5:21); 3. Ofreció al santo de los santos, para santificar un pueblo para Él. La manera de no hacer vana la cruz de Cristo, es viviendo el propósito de esta. Estas son las palabras que mejor definen lo que es vivir el propósito de nuestra elección y redención: «Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego TODOS MURIERON; y por todos murió, para que los viven, YA NO VIVAN PARA SÍ, sino para AQUEL que MURIÓ y RESUCITÓ por ellos» (2Co 5: 14-15). Este es el mejor regalo de cumpleaños para Jesús en navidad:
- Vivir como dádiva, para el que fue la dádiva.
- Vivir la vida de quien dio su vida por nosotros.
- Vivir juntamente crucificados con el que fue crucificado por nosotros.
- Vivir la vida resucitada de quien resucitó para darnos la vida del Padre.
- Vivir la vida ascendente de aquel que ascendió al lugar más digno y elevado, la diestra del Padre.
- Vivir para esperar al que nos prometió: «…Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14:3).
Una acción produce una reacción, y por eso, mi oración al Padre en este día es que el fruto de su amor en nosotros sea la reproducción de su mismo amor como cosecha en nuestra vida. Pido que su dádiva, nos convierta en una dádiva para Dios y los hombres. Deseo a todos mis hermanos y consiervos una feliz navidad, y un año nuevo realizado en el propósito del Padre. Los amo como Dios me amó en Cristo, gratuitamente.
Pr. Juan R. Fernández.
Diciembre 24, 2018
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