Egipto representa mucho en la revelación de Dios; y en la actualidad bien puede representar lo que es Estados Unidos para muchos países; simboliza el “sueño americano”, una gran potencia, un lugar de prosperidad, donde pueblos iban a buscar alimentos, recursos y hasta refugio. Mas, ¿por qué hemos titulado este mensaje: Egipto, el rival de Dios? Porque, en cuanto a nosotros, se sobreentiende que si tengo hambre yo sé a dónde debo ir, no a Egipto, sino a mi Dios; si estoy siendo perseguido, yo debo ir a Dios no a Egipto; sea lo que sea lo que yo necesite, no debe haber otro lugar a donde ir, sino acudir a mi Dios. Sin embargo, Egipto, para muchos, representa el lugar de Dios. Todos los problemas que tuvo Dios con Israel fueron por causa de Egipto.
Por eso, cuando Moisés legisló en cuanto a elegir rey en la tierra prometida, dijo “Pero él no aumentará para sí caballos, ni hará volver al pueblo a Egipto con el fin de aumentar caballos; porque Jehová os ha dicho: No volváis nunca por este camino” (Dtn 17:150). ¡Qué tremendo mensaje para la iglesia! ¡Qué tus pastores no te lleven a Egipto! ¡Qué tus líderes no te lleven a Egipto! Porque ellos deben ser como Moisés, deben llevar al pueblo al camino que Dios trazó, el camino de su propósito y de su voluntad: el desierto como escuela, y Canaán como lugar de propósito. Sigue a tus ministros como Dios lo manda, hasta el día que te lleve a Egipto, porque de allá te sacó Dios, y lo hizo para que no vuelvas nunca más a ese lugar ni por ese camino.
¿Hacia dónde los ministros están llevando el pueblo de Dios? Egipto representa al mundo, la carne, el yo, la complacencia, lo que le hace rivalidad a Dios, lo que sustituye a Dios, donde yo corro cuando no tengo fe ni confianza en que Dios me puede suplir y me puede guiar. Es terrible que Israel a Moisés, que lo llevaba a lo de Dios, le hizo resistencia, sin embargo, quisieron escuchar a Coré, Datán y Abiram y a cualquiera que le llevase a Egipto.
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