Hemos dedicado una ofrenda al Señor y está humeando y ascendiendo al cielo. Mirémosla en la tipología de lo que es un holocausto, una ofrenda del todo quemada, una ofrenda que asciende al Señor. Y el Señor olfatea el olor de la grosura, el olor de la carne quemada, de la sangre, y ese aroma de una vida que fue sacrificada asciende. Lo que ocurrió en el calvario, eso representa una ofrenda. ¿Por qué Dios demanda la vida? Es algo muy elevado, lo mas preciado, porque la vida es el soplo del Dios que representa la totalidad el ser. Por eso el Señor demandaba la vida, porque cuando el hombre pecó perdió la vida, perdió el aliento; siguió respirando, pero no tenía alma espiritual delante del Señor; existía, pero no vivía, porque Él es nuestra vida y en Él está la vida. Y Dios sopló sobre Adán y le dio el aliento de su nariz, el aliento de su vida. Pero el pecado deshizo ese soplo y el hombre perdió la vida espiritual y se quedó solamente con la vida física, adánica, existiendo nada más. Por eso a través de la representación del culto antiguo, el culto de los patriarcas, del pueblo de Israel, Dios pedía que se sacrificasen los animales en una representación de la vida del hombre.
Es incomprensible, y ahora lo podemos entender porque tenemos la representación de la vida de Jesús en el calvario, pero los antiguos entendían limitadamente. Ellos veían solamente un animal que moría en representación de ellos, pero no veían nada más. El pecado hizo separación entre Dios y los hombres; el pecado es todo lo que es contrario a la naturaleza de Dios, es lo más ajeno y lo más distante de lo que es el carácter perfecto de Dios. Es más que rebelión a Dios; es sustituir a Dios, es quitarle el lugar a Dios, es suplantar al Creador. No hemos entendido todavía la dimensión del pecado, lo que significa para Dios. El pecado no es solamente una ofensa que lastimó el corazón de Dios, es más que eso. No se puede explicar con palabras lo que significa. No es que Dios como castigo quiso retirarse, es que Él no puede habitar donde hay pecado, como dijo Habacuc: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio” (Hab 1:13), y ese es el pecado. A través de las representaciones tipológicas el Señor quiso hacer entender o anunciar lo que venía con la muerte de su Hijo. Ahora puedes entender porque Jesús entregó el Espíritu al Padre, cuando dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Luc 23:46); presérvalo, guárdalo, porque no es el espíritu de Adán que pecó, ni el espíritu del hombre, espíritu que actuó indignamente, vilmente, contrario a lo que Tú eres, no solamente ofendiéndote sino dañándote la creación y obligándote, en cierto sentido, a separarte del hombre aun con el dolor de la separación». Y el Hijo sintió en la cruz del calvario el gran dolor de separarse del Padre.
Aquel que dijo: “… y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo […] Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jua 16:32; 8:29 R60), ahora con un grito que salió de lo más profundo de su corazón, un gemir, un clamor, dice: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat 27:46). Ese no solamente sea el sentir del hombre sufriendo el dolor de ser separado del Creador, sino el mismo dolor que el Creador sintió cuando Adán lo traicionó vilmente cambiando su lealtad para dársela a una serpiente, dudando de la palabra eterna, fiel y verdadera de Dios. El grito de Jesús, Dios lo quiere hacer entender hoy, porque no solamente es el grito de la criatura separada del Creador, sino en grado divinamente superlativo el dolor del Creador al separarse de su criatura. La relación del hombre con Dios no era una relación mecánica, no era una relación separada de Él, todo lo contrario, era el mismo aliento de su boca.
El hombre es el aliento de la boca de Dios, eso fue lo que se perdió. Vemos un aliento simplemente como una vida física, pero Dios no plasmó en el hombre únicamente una vida física. El libro de Job dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, Y el soplo del Omnipotente le hace que entienda” (Job 32:8). Es el soplo del Omnipotente que hace entender al hombre, porque en ese soplo hay más que respiración para que funcionen los pulmones y a la vez ellos puedan llevar a la sangre el oxígeno, para que la sangre oxigenada llegue a los tejidos, como funciona fisiológicamente el cuerpo. Es más que eso, es la vida misma del Creador. Lo que los hombres llaman alma, la voluntad, los afectos, las emociones, todo lo que es el alma humana, pero perfecta, como salió del aliento del Creador, era más que una existencia, era la representación de la vida del autor de la vida en el hombre.
Así como Dios enseñó a Adán cuando sacó a Eva de su costado para que entienda que Eva era parte de él; así, en esa representación, Dios nos sacó de Su costado, nos sacó de Su aliento, nos sacó de Su vida. Y así como la mujer procede del varón, así el hombre genéricamente tiene la esencia del Creador. En ese aliento está la esencia misma del Creador, y eso es lo que se pierde cuando el hombre peca y por eso Dios tuvo que sacrificar animales. Me imagino aquel primer animal que sacrificó para tomar la piel de ese animal y vestir a nuestros padres, cuando Adán y Eva vieron por primera vez la vida perderse, y vieron aquel cordero (o el animal que fuese), morir en un altar y ver aquel animal gemir porque el aliento se le iba. Por eso Adán y Eva le pusieron a Abel su nombre que significa soplo, quizás haciendo alusión a ese soplo, el soplo que se perdió que es la vida de Dios en el hombre, y eso es lo que Cristo viene a representar.
Por eso, el Señor nunca permitió que se usase la sangre, lo prohibió aun en tiempo de los patriarcas, en el tiempo de Israel, y también en el Nuevo Testamento es lo único que los apóstoles pidieron a los gentiles, que se apartasen (Hch 15:20). Nosotros lo hemos tomado livianamente, y algunos interpretan que fue simplemente porque los judíos tenían ese mandamiento, para que no se sientan ofendidos con los gentiles. Pero yo sigo creyendo que la vida sigue siendo sagrada para Dios, y que no fue una casualidad que se le haya advertido: absténganse de usar la sangre, es santa, representa la vida. Eso no se trata de un rito, sino que es una enseñanza espiritual, porque en la sangre está la vida. Y después que Cristo derramó su sangre mucho más se hace entender por qué Dios dijo que no toquen la sangre, porque en ella está la representación de la vida.
Sé que nosotros sabemos la importancia que tiene la sangre en el cuerpo humano, y lo que representa fisiológicamente para el cuerpo. Es la representación de la vida de Dios, es el aliento. ¿Has visto una vida cuando se va? Entrega el aliento y la respiración se va cortando, se va perdiendo hasta que desaparece totalmente y se le va el aliento al hombre y deja de ser. Así Dios lo quiere hacer entender, pueblo de Dios, abre el entendimiento porque la palabra de Dios es más que una doctrina, como se usa religiosamente. No es un dogma que hay que guardar, es vida de lo que es la naturaleza del Padre, la esencia del Padre, la esencia de su reino, el cimiento de su trono, su manera de pensar.
Por eso el Señor a través de la adoración nos enseña lo más elevado. Hay un vínculo indisoluble entre la salvación lograda por Cristo y la adoración, más que entender que fuimos salvados para estar en su presencia y adorarle, es que en la representación de la ofrenda está la manera de pensar de Dios, está recuperado lo que se perdió, el aliento. Por eso el adorador debe traer la vida. “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deu 6:5). Ahí está el aliento. Lo físico representa la energía del cuerpo, pero cuando se habla de con todo el corazón, significa poner la disposición y la voluntad al Señor, y con ánimo pronto, darle a Dios lo que es digno de Él. Es mejor no darle una ofrenda al Señor que dársela malograda, coja, tuerta, inservible, como enseñó Dios en la tipología (Mal 1:8). Que el Dios del cielo derrame Su temor en nosotros; que el Dios del cielo nos haga entender, para que le sirvamos con entendimiento. Y cuando digo con entendimiento no es simplemente entender teológicamente o doctrinalmente algo, sino entenderlo con el corazón. Porque una cosa es entenderlo con la mente, eso es intelecto, y otra cosa es entender con el corazón.
La Biblia dice que con el corazón se entiende. “No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender” (Isa 44:18). El corazón representa la esencia del ser en el sentido elevado, el espíritu del hombre que está en el hombre, donde mora el Espíritu Santo que rige todo el ser y la voluntad de Dios en la vida del redimido. Que el Señor nos haga entender, porque Dios quiere un pueblo entendido, que entienda con el corazón, no con el intelecto. La iglesia ha entendido con el intelecto y ha peleado por la doctrina, haciendo literalmente guerras, y ha peleado apologéticamente para defender la doctrina, pero no es eso. La doctrina no se defiende argumentando, sino viviendo. La doctrina se defiende viviéndola porque es la única manera de preservar la palabra, viviéndola. Aún más que la iglesia ha predicado por veinte siglos y la verdad es que no hemos avanzado. Tristemente lo tenemos que decir, si la iglesia hubiera seguido predicando con el mismo tono, la misma entrega y el mismo entendimiento y el mismo avasallamiento, como un fuego que se propaga veinte siglos después, ¡ay! ¡Dónde estaría esa nota que comenzó a dar Jesús y los apóstoles! ¡Dónde estuviera esa nota!
Definitivamente hemos menguado. Estamos perdiendo la vida, y yo no estoy hablando de la vida eterna, estoy hablando de la vida espiritual. Y hago una diferencia porque lo de Dios no se muere, pero la Biblia dice que hay que ser vivificados en el Espíritu (1Co 15:22). También la Biblia habla de andar en el Espíritu, y usa semánticamente la palabra renovaos en el hombre nuevo (Efe 4:22-29). El hombre nuevo no se renueva, porque como lo dice la Palabra es algo nuevo, valga la redundancia; lo nuevo es nuevo. Y el hombre nuevo ya es nuevo, no necesita renovarse, es un término para hacernos entender que cuando la carne muere el Espíritu toma su lugar, toma la hegemonía, toma la autoridad en nuestro ser, el gobierno de Dios en nuestras vidas por la decisión voluntaria de alguien que ama a Dios, eso es renovación. Cuando la carne ocupa el lugar del Espíritu y comenzamos a callar al Espíritu que constantemente nos está diciendo: «Levántate temprano, ponte a orar, no te dediques tanto al trabajo y a los afanes de este mundo, y a los afanes de las riquezas. No permitas que te ahoguen».
No permitas que este mundo te ahogue —dice Dios—, retén lo que tienes, no pierdas la vida (2Ti 1:13). Hay una vida que tú vas a perder, porque ya está perdida y es la vida de Adán. El hombre nace, crece, se reproduce y se va a morir. Todos morimos y vamos a morir, y esta vida natural se acaba, eso es ineludible. Pero hay una vida que es eterna que hay que vivirla acá, en la tierra, que es un soplo espiritual. Es lo que representó Moisés cuando dice que Dios tomó de Moisés su dignidad y se la impartió con imposición de manos a Josué y a los setenta ancianos, y todos tuvieron el espíritu de Moisés para servir con el mismo corazón (Núm 11:25). Lo mismo hizo Jesús representativamente cuando sopló sobre los doce, y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jua 20:22). Y eso no es el Pentecostés. El Pentecostés es la persona del Espíritu Santo —como lo hemos entendido en todas las dimensiones— la Presencia llevándonos a toda verdad. Ese soplo significa, en otras palabras” «Reciban lo mismo que yo recibí de mi Padre; reciban mi resurrección; reciban mi Espíritu; recíbanme en lo que yo soy». Juntamente con los doce, también nosotros recibimos ese soplo. En otras palabras, el Señor dijo: «Aquí está mi vida, recíbanla. Esto es más que el soplo que perdió Adán, es un soplo en el Espíritu que ahora te lo devuelvo iglesia, te doy mi Espíritu, te doy mi corazón, te doy mi manera de pensar, mi manera de ser, mi manera de amar al Padre; que haya en vosotros el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, reciban mi Espíritu». A aquellos que reciben ese soplo jamás el Señor les va a decir: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat 7:23). Los que reciben ese soplo tienen el aliento, tienen la vida de Dios, la vida espiritual y la están viviendo, y la retienen porque en Adán somos un alma viviente, pero en Jesús somos un Espíritu vivificante (1Co 15:45). Un Espíritu que tiene vida, que retiene la vida, que imparte vida. Mas, solamente la iglesia viviendo en el Espíritu puede vivir ese aliento, y no lo puede perder.
El Espíritu revela, y ojalá tú lo puedas entender (porque Dios te lo revele a ti), para que tú veas la iglesia como cuerpo, y percibas desde hace veinte siglos como respiraba la iglesia. Si recordásemos aquellas diez primeras generaciones desde Adán, eran hombres longevos. Mas, ¿por qué vivieron tantos años? Se hablaba de ochocientos, novecientos y tantos años (Gén 5:5, 14, 17,27). ¿Por qué aquellos hombres vivieron tantos años? Porque estuvieron muy cerca del soplo, de aquel momento cuando Dios sopló sobre Adán, que, aunque el hombre pecó, estuvo ahí la fuerza de ese aliento. Ahora piensa en los doce cuando Cristo sopló sobre ellos. ¿Por qué la iglesia duró como tres siglos respirando el aliento de la vida de Dios? Ellos fueron, de alguna manera “longevos en el Espíritu”. En ellos había, ánimo, perseverancia, resurrección, señales, ¡no se cansaban de Dios! Pablo predicaba un sermón hasta la madrugada, y hacía una santa cena, y estaba la iglesia ahí, con él, hasta el alba (Hch 20:7, 11). Y el joven que estuvo allí, atento, sentado en la ventana, que se durmió sin darse cuenta, y se cayó, el apóstol fue, lo levantó y lo resucitó con la vida de Dios (vv. 9-10). ¿Por qué? Porque el aliento de Jesús todavía estaba latente, y ellos mantuvieron el aliento.
Mas, ¿cómo se mantiene el aliento? Hay que estar conectados con el respirador que es Cristo: “… para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. […] Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. […] Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jua 17:21, 23; 15:5). Por tanto, es ahí conectados, adheridos, siendo una sola cosa, respirando a través de la respiración de Cristo que mantendremos el aliento espiritual divino. La Biblia dice: “En él estaba la vida” (Jua 1:4), y él nos dio su vida. Tenemos la vida del Cristo resucitado, hay que respirar con esa vida, debemos respirar con esa vida. En la vida física cuando estás saludable, tienes ánimo de hacer ejercicios, de comer, de trabajar, de hacer las cosas que necesitas, porque te sientes bien. Te sientes feliz porque el cuerpo te responde, y tienes energía, fuerzas, te sientes robusto, porque estás sano. Pero qué triste cuando se pierde la salud, no quieres comer, y aun aquellos que gustan tanto de comer pierden el apetito. Pues cuando estás enfermo, postrado en una cama, no tienes apetito, pierdes el sueño, y no tienes ánimo para nada y te falta el aliento. Y es que cuando se deteriora un miembro del cuerpo o un órgano, los demás miembros también se afectan, porque el cuerpo es un organismo, y aunque sus miembros tienen funciones distintas —como dice Dios (Rom 12:4)— cuando uno se enferma, se enferma todo el cuerpo, porque los miembros son una sola cosa.
Ahora pensemos en la iglesia desde cuando Jesús sopló. ¿Qué vino el día de Pentecostés? Un soplo, ahora sobre los ciento veinte, como un viento recio que soplaba (Hch 2:2). Era el mismo Espíritu sobre los doce, ahora sobre los ciento veinte trayéndoles vida de Dios. Tres siglos más o menos duró ese Espíritu, y poco a poco comenzó a perderse. Y muchas veces Dios mandaba avivamiento, pero se volvía a menguar el aliento divino, hasta que el Espíritu volvía a traer un soplo de la vida de Dios. Pero yo no puedo estar dependiendo como los moribundos en un hospital, que tienen conectado a sus cuerpos un respirador artificial. Yo veo a la iglesia moribunda y veo a muchos que le ponen a la iglesia esos aparatos para que respire y viva artificialmente, porque si le quitan el respirador deja de ser. Así está la iglesia, con un respirador artificial. Hay muchos que dependen del entusiasmo del predicador, de las actividades, y por eso algunos siempre están animando, y diciendo que viene el evangelista tal, que no te lo pierdas; que hay un músico famoso, etc., y usan la fama para llenar la iglesia y la motivación es el don que el hombre puede mostrar o el espectáculo o show que pueda dar. Cuántas cosas se usan para que la iglesia respire, pero no está respirando, es artificial. Solamente el Espíritu Santo hace respirar a la iglesia, pero el “Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jua 6:63). La palabra es soplo, la palabra es vida, por eso hay que vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mat 4:4).
Hay una iglesia sabia, una iglesia entendida, hay una iglesia que no se conforma a este siglo, hay una iglesia que entiende que es peregrina. No tome esto como palabras bonitas, hay una preocupación en el corazón de Dios y yo lo veo proféticamente, y no solamente en este momento. Dios no solo está preocupado por ti Amanecer de la Esperanza, sino por toda la iglesia. Por eso te tiene orando veinticuatro horas, orando por el aliento de la iglesia. ¡Gime intercesor! ¡Dile a Dios: retén tu vida en la iglesia! Porque hay miles y miles de edificios donde la iglesia adoraba que ya están vacíos, pero fue porque primeramente se vació el corazón, dejaron de respirar, dejaron de respirar…
Templos vacíos vemos, porque el templo espiritual dejó de ser, y Dios dice: «Culpabilizo a los ministros», y los culpa porque ellos le quitaron la devoción al pueblo diciéndole que una hora de devoción cansa a la gente. No hay una mentira más diabólica que esa. Cuando un culto te cansa significa que tú estás enfermo, estás perdiendo el aliento. Es una gran realidad cuando te es pesado, gravoso levantarte a servirle al Señor, y pones excusas y peros, porque hay otras cosas que son más importantes para ti, es muerte espiritual, te lo dice el Espíritu, es muerte espiritual. Toma conciencia y toma una decisión importante en tu vida hoy, porque no sabes si Dios te lo va a repetir mañana, porque te lo ha dicho muchas veces iglesia, muchas veces. Dios no quiere que dependamos de un aliento que llegue un día. Y ese aliento no es el que recibe alguien porque estaba ahogándose y le dieron respiración boca a boca, no es eso. Eso fue lo que hizo Eliseo sobre el niño, y también Elías, para devolver la vida boca a boca (2Re 4:34; 1Re 17:21). Ya tú recibiste la vida de Dios, no permitas que nadie te dé vida, ya tú tienes vida, solo retenla, ¡retén la vida! El Espíritu es el que da vida. El Espíritu es el soplo fuerte, y está en la Palabra: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jua 6:63). Ahí está, la Palabra es la vida, y la comunión es la vida espiritual tuya.
Hay tristeza en el corazón de Dios, te lo digo proféticamente, porque la iglesia está muriendo paulatinamente. Tú puedes ver iglesias llenas los domingos, pero es un espectáculo nada más, están bien vacíos. Cuando Dios es un asunto de domingo significa que la vida se ha perdido ya, no que se va a perder, ya está perdida, porque ese no es el Reino de los cielos. Dios no es un asunto de un momento, ni tampoco es un espectáculo; Dios no es un entretenimiento ni un hobby o pasatiempo. ¡Dios es la vida! ¡Sin Dios no se puede respirar, sin Dios no se puede vivir! Si caíste en la mentira, le hemos acortado la vida a Dios.
Hace cuatro o cinco días atrás que el Espíritu me conmovió con la muerte de Billy Graham (1918-2018), y me acordé del mensaje profético de este año 2018 de las dos llaves, pues con una llave comenzó su vida en el 1918, y con otra llave la cerró en el 2018. Me conmoví, y me puso a meditar en la vida de este varón de Dios, su dedicación al Señor. Y aunque yo he estado dedicado a Dios desde los dieciséis años, y solamente he vivido para Dios, me cayó un quebranto tan grande que mi esposa llegó y se le pegó el quebranto también, y lloramos en la presencia, como el que se le muere un hijo. Y yo lloraba diciendo: «Perdóname Señor que te robé tu tiempo, el tiempo redimido», porque Dios me dio una revelación del tiempo redimido. Cristo compró mi vida y mi tiempo, y cuando yo, en ocasiones, lo malgasto en cualquier otra cosa, aun escuchando noticias, me dice Dios: «Tú estás robando el tiempo redimido». Y me quebrantó Dios, pues, aunque he estado entregado a Él desde mi mocedad, me sentí un ladrón, porque me hizo ver que cada minuto de mi vida Cristo lo compró con su sangre y yo no debo dedicarlo a otra cosa salvo a Dios. Y ahí entendí una dimensión que no había entendido antes, y así te lo transmito por el Espíritu a ti: tu tiempo fue redimido. Hay que redimir el tiempo porque el tiempo fue ya redimido.
Hay que redimir el tiempo, no porque los días son malos, sino porque tu tiempo es sagrado, Cristo lo compró con su aliento de su vida, no lo malgastemos. Que Dios nos ayude a no perder el tiempo en cosas vanas; que Dios nos perdone tantas horas perdidas viendo televisión y haciendo tantas cosas triviales, y cosas que Dios no nos ha mandado, que Dios nos perdone mis hermanos. Podemos justificarnos en tantas cosas, pero el tiempo es de Dios, usémoslo en algo útil, démoselo a la familia, a los hijos. Haga algo con su tiempo, redímalo, redímalo porque el tiempo es vida, el tiempo es el material del cual está hecho la vida. Ayúdanos Dios y ten misericordia de nosotros. Yo pido misericordia porque al que más se le da, más se le demanda (Luc 12:48), y esa demanda la veo en mi vida cada día más, más y más. Pero no me importa, eso es vida, tener demanda de Dios es vida, tener la exigencia de Dios es vida. El que sientas una alarma del temor de Dios en tu corazón cuando haces algo incorrecto, cuando no actúas con amor con tu prójimo (tu cónyuge, tus hermanos, tus padres, tus hijos, tus vecinos, tu jefe, compañeros de trabajo, etc.), y te das cuenta de que fallaste, pide perdón, humíllate y di: «No, esta no es la vida que yo recibí de mi Dios».
Cuando el Espíritu nos constriñe, y nos hace ver que fallamos, que, por ejemplo, hemos murmurado a un hermano, y sin saber su vida lo hemos criticado, porque hemos visto solamente lo que está enfrente a nuestros ojos y no entendemos la realidad de esa vida, si está enferma, si tiene alguna situación, no sabemos nada, pero estamos murmurando. Hoy el Señor nos dice: «Cuando sientas la reprensión del Espíritu no te pongas a analizar, arrepiéntete de una vez, póstrate, porque es el Espíritu hablándote y ahí está la vida. Cuando tú sientes demanda de levantarte temprano a orar, de leer la Palabra, de venir a los cultos, a los jubileos, a las fiestas, esa demanda de congregarte y apoyar todo lo de Dios, no calles la voz del Espíritu, no calles la alarma interna. Es como que hay un fuego y suena la alarma y tú la apagas. No apagues la alarma, es la vida de Dios en ti; es el trabajo del Espíritu Santo para guiarte a toda verdad. No silencies al Espíritu porque ahí ésta la vida». Eso que tú sientes, que lo puedes llamar culpabilidad posiblemente, si no tienes una conciencia dañada por la religión, esa es la voz del Espíritu diciéndote: «Eso no me gusta, eso está incorrecto, eso no es digno de mí», ahí está la vida.
¡Qué no se pierda la vida! Es sencillo retener la vida. Es mejor guardar la salud que tener que recuperarla. ¿Y cómo se guarda la salud? Hay que tener ciertos hábitos en la vida natural, por ejemplo, dormir ocho horas, tomar mucha agua, descansar bien, tener una buena nutrición, etc., eso contribuye a tener salud. Lo mismo pasa espiritualmente, hay que dedicar tiempo a leer la Palabra, hay que dedicar tiempo con Dios, tiempo para adorarle, para cantarle, para tener comunión con el Señor. También hay que tener tiempo para asistir a los cultos de la iglesia, para congregarnos con nuestros hermanos, eso lo dice el Señor, no lo inventó nadie (Heb 10:25). Si sacaras un tizón del fuego, y lo pusieras al aire, durará un tiempo encendido, pero luego se apagará. Así pasaría contigo se dejas de congregarte, te apagarías, aunque ores en su casa y veas mensajes y prédicas por la TV o la Internet. Nadie ha podido mantener el fuego solo, porque nosotros somos un altar de Dios donde cada uno es un leño encendido que arde en la presencia del Señor. Entiéndelo, nadie solo es una iglesia. Tú nunca has visto un riñón en la oficina de un médico esperando su turno mientras el resto del cuerpo está en el trabajo. Cuando el riñón se enferma va todo el cuerpo. ¡Venga con el cuerpo, con sus hermanos! Eso no es simplemente una forma, ni un estímulo, es que ahí está la vida espiritual. Retén el aliento viviendo en el Espíritu Santo.
¡Oh! ¿Hasta cuándo se va a escuchar la voz de Dios? ¿Hasta cuándo la voz de Dios va a ser el canto hermoso de un trovador? ¿Hasta cuándo la voz de Dios será como la de Juan el bautista? Voz que clama en el desierto (Jua 1:23). ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? Israel se cansó de Dios (Isa 43:22) y vino la cautividad varias veces. Lo que Dios no pudo enseñarles vinieron los enemigos, con la opresión, y les enseñaron a los hijos de Israel. Que no tenga Dios que mandarnos aflicción para que entendamos, porque en Su soberanía puede usarla y usar la tribulación. Mas, una cosa es tribulación porque hay un propósito, y otra cosa es tribulación porque Dios quiere llamar tu atención, hacerte ver la necesidad de Él. Hay que ser sabio, hay que ser entendido. Hay cosas que están programadas en la mente de Dios, en Su soberanía, y la vamos a vivir porque son obras preparadas desde la fundación del mundo (Efe 2:10). Pero muchas veces Dios manda aflicción a tu vida y a la mía para que levantemos nuestras cabezas, para que digamos: Pero ¿qué estoy haciendo? ¿Hacia dónde voy? ¿Cuán equivocada está mi marcha y el rumbo de mi vida? Me he convertido simplemente en una máquina del sistema económico de este país. Soy una máquina, trabajo de día y de noche y vivo solamente para trabajar; he sacrificado mi salud, mi familia y sobre todo al Señor». No debe ser así, pues el trabajo es un medio, no el fin. El fin es Dios, el fin es Dios, la vida es Dios.
El Espíritu nos dice a mí y a ti, óyelo bien [y ahora te hablo a ti Amanecer de la Esperanza], tú tienes ya treinta y un años desde que Dios te hizo cuerpo o te hizo iglesia. Y desde el principio Dios te ha revelado que tú eres una casa espiritual, un sacerdocio santo, una casa sacerdotal profética. Por lo cual, el Señor nos ha dado fiestas, nos ha dado jubileos y nos ha enseñado a tener ese compromiso con Él, esta santa demanda. No es solamente hoy que Dios lo dice, lo ha dicho antes, a mí me lo está diciendo todos los días, y últimamente me lo reitera:
«Has que este pueblo entienda porque yo hablo de esa manera. La mayoría de mi pueblo ha perdido la vida; ya no son iglesia, ya no tienen vida, están en un hospital con máquinas, así respiran artificialmente. Pero yo no quiero que tú pierdas el aliento Amanecer de la Esperanza, quiero conservar tu aliento por eso pido de ti, no te canses de oír mi voz, no la menosprecies. Una vez menospreciaste la palabra que te di el 25 de septiembre del 1999, no le hiciste caso, y pagaste muy caro por ello. Te avergoncé y avergoncé a los ministros. Yo no quiero hacer eso, y aunque te lo advertí que iba a hacer eso para guardarte y preservarte como un recurso de mi amor, no quiero hacerlo de nuevo. Yo quiero que tú me representes como una embajadora del reino. No quiero enseñar a los demás a través de tu vergüenza, sino a través de tu honra».
Que Dios revele a los recién convertidos y a los demás hermanos que se unieron a esta congregación en todos estos años, esta visión de Dios de lo que somos. Te van a decir: —En todas las iglesias el culto dura una hora o dos— Y tú dirás: —Pero eso son ellos que están moribundos, yo no estoy moribundo, así respiran los que están artificialmente, los que se cansan de Dios. Nosotros no, nosotros tenemos vida espiritual y andamos en el Espíritu Santo—. Por eso desde el principio Dios no ha escatimado tiempo. Yo mismo como pastor, hacía un tiempo que Dios me decía: «Tienes que hacer los dos cultos, es necesario». Y yo mismo me rehúse a ellos, y ¿sabes por qué me rehusaba? Porque iba a tener una tensión en el culto, y el culto es de Dios. Hacerle un culto a Dios no es “vamos a hacer esto, corre que ya se va a terminar la hora”. A Dios no se le sirve de esa manera. Una ofrenda arde en el altar hasta que se consuma. Ni el sacerdote, ni el adorador ponía un holocausto y se iban a su casa, como diciendo: ‘que se queme ahí hasta el final, el que sigue después lo apaga’, no, no, no. El sacerdote estaba ahí hasta que el último humito, hasta que se apagaba.
El culto en nuestra iglesia comienza siempre a tiempo para poner una ofrenda a Dios. ¿Por qué nosotros comenzamos siempre rayando la hora? Porque Dios nos enseñó desde el principio que la ofrenda es de Dios. Si tú llegas tarde, y solo le quieres dar un pedazo de ofrenda a Dios, problema tuyo; dale la tercera parte, eso es un asunto tuyo como adorador, ese es tu amor a Dios. Si consideras que está largo el servicio, llega al final, llega expresamente al sermón, eso es un asunto tuyo con Dios. Pero aquí la ofrenda es de Dios y se la vamos a dar completa, y se la vamos a dar sin prisa, sin tensión, porque amamos y respetamos a Dios, y porque es un deleite en el Espíritu. En la carne es una molestia, un disgusto, pero en el Espíritu es una gran satisfacción alabar a Dios. Por eso cuando hay vida espiritual tú no te cansas.
Cuando Dios quiso hacer respirar una iglesia moribunda les mandó avivamiento, pues así le llamo yo a los avivamientos: recurso de Dios para dar vida a una iglesia moribunda. ¿Para qué avivamiento? Yo no necesito avivamiento si ando en el Espíritu. Lo que necesitamos es vivir en el Espíritu para estar siempre avivados. El que anda en el Espíritu no tiene que estar pidiendo avivamiento. ¿Para qué tener que esperar que llegue un momento o una situación específica, como el del paralítico de Betesda, que se mueva el agua, para yo zambullirme y sanarme, cuando tengo un Dios sanador (Juan 5:1-5)? ¿Por qué tengo yo que depender de que llegue un soplo que me eleve y dure tres meses avivado? No, esto no es un asunto de tres meses avivado, si ya me convertí para siempre, tengo la vida de Dios. Tú y yo decidimos cambiar la vida espiritual cuando nos convertimos; escogimos la vida de Dios por la de Adán. La vida de Adán va a terminar, pero la de Cristo no termina. La de Adán es efímera, pasajera, la de Cristo perpetua; la de Adán es vana, la de Cristo es esencial, honrosa. Jesús es el todo del hombre espiritual.
¡Dios mío has algo por nosotros! ¡Por amor a Tu nombre Señor! ¡Por favor Dios! Es tiempo de decir ¡basta ya! No podemos estar diciendo que en el Espíritu hay poder, y vivimos en debilidad; diciendo que todo lo puedo en Cristo que me fortalece y seguimos siendo los mismos esclavos del pecado y del desánimo, del desaliento y del doble ánimo, no, no, ¡basta! Los apóstoles no vivieron así, la primera iglesia no vivió así, porque tenía soplo y retuvieron el soplo de vida. Acuérdate que la vida está en el Espíritu, el Espíritu es el que da vida. ¿Qué es lo que Dios te está dando ahora? La Palabra, óyela. ¿Qué es andar en el Espíritu? Es imponerle la vida espiritual al cuerpo, es imponerla.
Nosotros hemos idealizado tanto la ofrenda de Dios y hemos entrado en un tiempo donde adorar es un romanticismo. Y yo no estoy en contra de eso, creo que debemos ser expresivos en la presencia del Señor, pero quiero decirte iglesia, no te engañes, la ofrenda no es solamente eso. La ofrenda que más agrada a Dios no es tanto estar en un momento con una experiencia religiosa y estar cantándole bonito a Dios. Por toda la Biblia, cuando se habla de ofrenda implica algo más. “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Deu 10:12-13). Y en el libro de Miqueas dice: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miq 6:8). En otras palabras: «Oh hombre, tú sabes lo que pide Dios de ti. No vengas aquí con veinte mil litros de aceite, no, eso no es. Tú sabes qué Jehová pide de ti: que hagas justicia, que tengas misericordia del pobre y te humilles delante de su presencia, entonces ven y entra a cuentas con Él». Limpiémonos primero, y luego entremos a cuenta. No es venir a cantar bonito. Y no estoy en contra de cantar bonito, no. No nos engañemos creyendo que eso es tener intimidad con Dios, pues mira lo que el Espíritu revela. Al final de cuenta no es a Dios que buscamos, sino una experiencia con Dios, para sentirnos elevados. Y Dios conoce el corazón y mira que tú vienes aquí a elevarte, como el que toma una droga.
¿Por qué los drogadictos consumen drogas? Las razones más profundas de su adición son tan individuales como cada consumidor, pero generalmente aquellos que experimentan con drogas alucinógenas lo hacen para sentir que son fuertes, que ya no son tímidos, que se atreven, porque están high, y se sienten en las alturas. Y así hay gente que usa la adoración como una droga, inclusive la usa para liberarse, para tener poder, porque dicen que hay poder en la alabanza. Mas, no hay ningún poder en la alabanza, donde hay poder es en Dios. Cuando se alaba a Dios naturalmente tú recobras ánimo, recibes energía espiritual, pero eso es un resultado de estar en la Presencia. No es en la alabanza ni en la oración que está el poder, sino en el Dios a quién tú oras, en el Dios a quien tú adoras, ahí está el poder. Así que no cantes a la oración, ni te apoyes en alguna particular alabanza, hazle culto a Dios con entendimiento y Él te responderá.
El Santo Espíritu nos revela que muchos andamos detrás de una experiencia con Dios, y no detrás del Dios de la experiencia. ¿Entiendes la diferencia? Queremos durar un rato para elevarnos, porque vivimos tan cansados, tan abrumados, que queremos en la Presencia elevarnos, y si no sentimos nada pensamos que Dios ya no está con nosotros. Eso es religión, pues, aunque Dios no se sienta, Él está. Dice el evangelio que, en aquella grande tempestad, las olas cubrían la barca, y Cristo dormía, pero Él estaba allí (Mat 8:24). Estoy seguro también de que Él estuvo con Noé y con todos los animales en el arca. Posiblemente no sintieron calambres ni se les erizaron los pelos, pero Dios estaba ahí, porque lo prometió. El justo vivirá por la fe, y sin fe es imposible agradar a Dios (Heb 10:38; 11:6). Esa es la palabra bendita del cielo; no estoy diciendo nada que ya no se haya revelado o que nadie sepa. Lo que sucede es que hemos aprendido tanto de la cultura religiosa y de los hombres, que ya lo de Dios nos resulta bien extraño, es raro lo de Dios.
Me sigue insistiendo el Espíritu Santo y comunico lo que recibo del Espíritu, y como mensajero y profeta de Dios no les negaré la palabra de Dios mientras viva. Yo he de comunicar lo que diga el Espíritu a la iglesia. No podemos estar contentos mientras el resto del cuerpo se muere. Hay ochenta millones de americanos que van a la iglesia los domingos, y te digo una cosa sin juzgar a nadie, lo digo por el Espíritu, eso solo es una costumbre dominical, cultural y familiar. Van a la iglesia con su familia, pero después que salen no hay ningún compromiso con Dios: engañan, mienten, tienen doble vida, viven en adulterio, en fornicación, en robo, en todo; acaban con los demás, pero el domingo no faltan a su congregación. En el tiempo de la esclavitud de esta nación, durante los siglos XVIII y XIX, los cristianos en todo el sur sometían a los esclavos negros a toda clase de humillación y vejámenes inhumanos. Les destruían las espaldas con azotes, les tomaban sus mujeres, les vendían los hijos, le negaban todo derecho, trataban mejor a una bestia que a ellos. Muchos de esos esclavos eran cristianos y los ponían a adorar aparte, allá en la granja, mientras ellos adoraban en sus iglesias. Y los podías ver que parecían santos cantando al Señor: «Sublime Gracia del Señor que, a mí, pecador, salvó; Fui ciego mas hoy miro yo, Perdido y él me halló», y los esclavos allá, como bestias, maltratados, algunos quizás todavía sangrando, amarrados a algún tronco… ¿Ese es el Dios del cristianismo? ¿Ves por qué la gente ya no cree en nada? ¿Ves por qué la gente nos ve con odio, con aborrecimiento y aborrece la hipocresía de la religión?
Y eso le pasa a la iglesia cuando se mete en política también, defendiendo políticos, dejándose embaucar de los políticos. Mi hermano, los políticos siempre nos están engañando, cada día es una mentira, un engaño, una invención. ¿Puedo yo seguir a un adúltero, a un ladrón, a un asesino, a alguien que no le importa nada la justicia ni mucho menos Dios? ¡Por amor a Dios, abre los ojos iglesia! Tu reino no es de acá iglesia. Dios te manda a amarlos, a orar por ellos, a someterte a ellos, pero no les des tu corazón a ninguna ideología, están podridas. Y te pregunto, ¿si no se puede creer en los ministros cristianos, ¿vas a creer tú en los políticos? ¡Abre los ojos iglesia! ¿Cómo te atreves a defender la mentira si todo es un engaño? Los medios de comunicación son un engaño, la política es un engaño, Hollywood es un engaño, todo es un engaño, solo la verdad ésta en Dios. Esto no es fanatismo religioso ni misticismo, es la verdad, si lo analizas verás que todo es una mentira. Los que nos gobiernan están prostituidos. Para ellos reinan los beneficios, no tienen ningún interés en la gente, sino mantenerse en el poder para seguir siendo lo que son. Ellos defienden lo de ellos, y no a ningún sistema humano. Dale tu corazón a Dios, solamente defiende a Dios, porque el único verdadero es Dios, el único que no engaña es Dios.
Estamos en un mundo de contradicción, un mundo de engaño. Ellos alegan que defienden la constitución, pero ¿acaso no dice la constitución que el matrimonio legal es entre un hombre y una mujer? ¿Y por qué la Corte Suprema legalizó el matrimonio entre parejas del mismo sexo? ¿No violaron con eso la Constitución? Ah, pero como interpretan la ley como les plazca… Dicen que hay que defender la Constitución, pero hacen negocios con los narcotraficantes, ¿o no lo hace la DEA (Administración para el Control de Drogas) todos los días, y sacan a los mafiosos y asesinos de las cárceles si colaboran con ellos? La justicia negociando con los delincuentes, ¿has visto algo semejante? ¿Ese es el respeto que tienen a las leyes? Perdónenme, todo ésta podrido.
Se atreven a decir que no viola la Constitución el venderle un arma de fuego a un menor de 21 años. Pero ya se ha dado a conocer que el presidente de la nación recibió 30 millones de dólares de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) para su campaña presidencial, y decenas de millones de dólares a muchos miembros del Congreso Nacional. Por tanto, no es de extrañarnos que el congreso interprete como les da la gana la Constitución, porque están vendidos. ¿Por qué un niño no puede comprar alcohol, sino hasta los veintiún años? Porque han establecido una ley controlando el alcohol. Entonces, ¿por qué no pueden controlar las ventas de las armas? ¿Por qué eso viola la Constitución? ¡No! Porque hay intereses mezquinos y no le importa nada la comunidad. ¿Cuántos niños tendrán que morir? Todo está podrido, perdóname, pero todo está podrido y dañado.
¿O no lo dijo el Señor que en los últimos días abra hombres amadores de sí mismos, “avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Tim. 3:2-4)? Abre los ojos iglesia, no des tu corazón y tu simpatía a ningún político, no vale la pena, son mentirosos. Cada cuatro años nos engañan y volvemos a lo mismo, y sabemos que nos están mintiendo y seguimos defendiéndolos. ¡Oh Dios, hasta dónde llega el engaño! Algunos ven al presidente actual como un mesías, y al otro [expresidente] como un redentor, por favor, todos son iguales. Algunos creen que está a favor de la iglesia, ¡por favor! Solo era para ganar el voto, para que la iglesia le apoye a favor de muchas cosas, pero de cristiano no tiene ni la c. En las iglesias escasean los cristianos ¿en la política los vas a encontrar? ¡Por favor! Nosotros somos una casa profética, es tiempo ya de que asimilemos la verdad. Eso no significa que no vamos a respetarlos, ni tampoco que no vamos a orar por ellos. Eso no es lo que estoy diciendo, estoy diciendo que no le des tu corazón a una ideología podrida, que no te dejes engañar. Toda noticia está manipulada; todo guion de la televisión y del cine está prostituido por espíritus de demonios. Lo más bajo es la gente que tiene el control de los medios de comunicación masiva; cine, televisión todo está podrido. Levanta tu cabeza iglesia, tú eres la sal de la tierra.
¡Oh Dios! ¡Ten misericordia de nosotros Señor! Ten misericordia de nosotros. Que Dios tenga misericordia de nosotros, de la iglesia en general. Hay que despertar. ¿Hasta cuándo? La iglesia es el profeta de Dios en la tierra, la iglesia es la embajadora de Dios. Daniel sirvió en Babilonia porque lo nombraron ahí, pero nunca dio su corazón, todo lo contrario, le hicieron una trampa para pescarlo y los enemigos tuvieron que decir: “No hallaremos contra este Daniel ocasión alguna para acusarle, si no la hallamos contra él en relación con la ley de su Dios” (Dan. 6:5). Entonces decidieron ponerle una trampa para que él eligiera entre serle fiel a Dios o serle fiel al rey; y él siguió orando igualito, aunque sabía que el rey había firmado aquel edicto (vv. 6-10). Daniel nunca se engañó, y cuando él tuvo que confrontar al rey Belsasar —que le ofrecía la mitad del reino al que interpretara la escritura en la pared (Dan 5:7)— le dijo: “Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la escritura al rey, y le daré la interpretación” (Dan 5:17). En otras palabras: «Quédate con tu dinero y quédate con tus honores, porque tú eres un hombre que prostituiste los vasos de Jehová, se los diste a beber a prostitutas. Yo de ti no quiero nada». Y le dijo: “El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad. Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba. Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria. Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place. Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto; sino que contra el Señor del cielo te has ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa, y tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en ellos; además de esto, diste alabanza a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben; y al Dios en cuya mano está tu vida, y cuyos son todos tus caminos, nunca honraste. Entonces de su presencia fue enviada la mano que trazó esta escritura. Y la escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Ésta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas” (Dan. 5:25-28). ¿Crees que una persona política podía decirle eso a un rey? Pero eso hace un hombre de Dios, no le importa decirle: «Si tú quieres destitúyeme de mi función, has lo que quieras, pero el que es enemigo de Dios es enemigo mío». El que tiene la gracia de Dios, aunque no quiera saber de mí tiene mi favor también, esa es la integridad para con Dios, así hicieron los profetas. ¿Por qué pudo Daniel hablar así al rey? Porque su lealtad a Dios primaba por encima de la lealtad a su rey humano.
Natán era muy amigo de David, tan amigo que sus hijos eran cancilleres y ocupaban puestos importantes en su reino. Y cuando David le dijo a Natán que deseaba construirle una casa a Jehová, él le dijo: “Haz todo lo que está en tu corazón, porque Dios está contigo” (1Cr 17:2). Pero cuando, esa misma noche, Jehová le dijo: “Ve y di a David mi siervo: Así ha dicho Jehová: Tú no me edificarás casa en que habite” (V. 4), Natán obedeció fielmente. Y cuando David pecó, Natán lo llevó a realizar su gran injusticia a través de una historia, y mientras el rey, henchido de furor contra tal hombre que actuó sin misericordia dictaba sentencia, el profeta le dijo: “Tú eres aquel hombre” (2Sa 12:7). Si hubiera sido más amigo de David que de Dios no se hubiera atrevido a hablarle así al rey, pero como su compromiso era con Dios se fue a pique el amigo, el padre, la madre quien sea. Cuando se trata de Dios no tenemos amigos, ni esposa, ni esposo, ni nadie. Por eso debemos ser cuidadosos en comprometernos con los hombres, no sea que, en el momento de la prueba, el compromiso con los hombres nos haga ser desleales a Dios.
Daniel sirvió al rey y a su reino. Si el presidente de esta nación me llamará, yo iría adonde él y lo honro de acuerdo con su autoridad, pero jamás voy a darle una lealtad que le pertenece a Dios, ni me voy a auto engañar porque me hizo un favor, no mis amados. Me ministra, y por eso medité mucho en la vida de Billy Graham, un hombre que sirvió a Dios con integridad fue consejero de los presidentes desde Truman hasta una docena más mientras tuvo fuerzas. Todavía el presidente Trump lo visitó allá en su casa, ya casi moribundo, ancianito, en su lecho. En medio de la guerra fría predicó en Rusia en un estadio; estuvo con Gorbachov, con la reina de Inglaterra Elizabeth II, con toda esa gente grande, era un embajador de Dios. También fue consejero de demócratas y republicanos, nunca salió defendiendo a ningún político públicamente, y todos lo respetaron a él. Y cuando hubo que decirles la verdad y el consejo de Dios, se los dio, eso es un hombre de Dios. Te puedes mover en medio de los excrementos sin ensuciarte si tu corazón es limpio delante de Dios.
Hay que pedirle a Dios que no se dañe nuestro corazón: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Pro 4:23). Hay muchas decisiones que yo he tomado en mi vida para que no se me dañe mi corazón. Es raro el día que yo no le diga a Dios: líbrame del orgullo, de la autosuficiencia, líbrame de injusticia, de murmuración, líbrame de crueldad, líbrame Señor de incredulidad, guarda mi corazón de avaricia, porque son pecados que Dios aborrece y que todos tenemos tendencia. Solamente Dios guarda el corazón ¿o está de más lo que Jesús dijo en el Padre Nuestro? “… no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Luc 11:4). Nadie es fuerte por sus propias fuerzas, nadie. Estamos aquí por la pura misericordia de Dios. Mi vida es un testimonio vivo de la intervención de Dios a aquellos que le aman, salvándome, librándome, protegiendo mi familia, mi esposa, mis hijos, y a mí mismo, que tuve varias ocasiones (desde niño) en que pude haber perdido la vida. Cómo no voy a amar al que me amó y me ha preservado para que yo le sirva, para que yo sea de Él.
Nuestras vidas están escondidas en Dios. Debemos preservar la vida como iglesia de Dios, y ese es el mensaje. Últimamente veo la imagen de la iglesia histórica perder la vida con el engaño que lo de Dios cansa, que es muy largo, etc. Dios tenga misericordia de nosotros, cuando somos bienaventurados que podemos adorarle con libertad, con ánimo pronto. Somos privilegiados que podemos sentarnos a recibir una palabra, un testimonio de Su fidelidad en nuestras vidas. Lo mismo puedo decir hablando de El Amanecer de la Esperanza como congregación, por veintiún años cómo Dios nos has guardado de tantas cosas. Cada uno puede testificar, todos tenemos una experiencia con Él, todos tenemos una historia que hemos vivido con el Señor. Abramos nuestros ojos para mirar Su fidelidad en nuestras vidas y no seamos arrogantes, ni prepotentes, ni pensemos que nos merecemos nada, todo es parte de la misericordia de Dios para con nosotros. Oremos:
«Señor que esta palabra de guardar la vida, guardar el aliento la tomemos en el corazón, que guardemos el aliento de vida. Ya nos dijiste que es a través de la Palabra, guiados por el Espíritu Santo cultivando y cautivando la relación contigo Señor, viniendo a los servicios, estudiando la Palabra, orando constantemente, testificando de Jesucristo, teniendo el corazón en Ti. Padre pido por Tu iglesia en las naciones, por tus ministros. Amamos a Tu iglesia, aunque no negamos su condición. Tú sabes que amamos a la iglesia y queremos verla levantada como un ejército en orden, todos leales a Ti; todos íntegros a Ti con aquella piedad primitiva. Venga a nosotros Tu reino con toda manifestación. Cuida nuestros niños, Dios; cuida nuestros jóvenes en el nombre de Jesús, guárdalos del presente siglo malo, ayúdanos.
» Guarda esa iglesia perseguida en las naciones. Guarda Señor a los que están descuidados; despierta a los dormidos. Padre que salga la iglesia del letargo, sopla vida, da mandamiento para salvar, añade a los que han de ser salvados. Afirma, confirma, establece, ten misericordia Dios. Guárdanos de tentación, de caída, de nosotros mismos Señor, guárdanos de malas noticias a nosotros y los nuestros. Presérvanos para Tu reino de gloria, llévanos de gloria en gloria y de poder en poder, danos perseverancia en la fe, ayúdanos a vivir el propósito de tu corazón, que cada uno cumpla ese propósito, que no se detenga la obra de Tus manos en nuestras vidas, que estemos gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración y en lo que requiere diligencia no perezosos, fervientes en Espíritu, sirviendo al Señor. Gracias Padre, en el nombre de Jesús. Amén».
Notas tomadas de la ministración dada por el pastor Juan Radhamés Fernández en el 2° jubileo del año (marzo, 10, 2018). Para escuchar la ministración completa, por favor visite nuestro canal YouTube: https://youtu.be/jIBlTOoIABk
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