Jesucristo es el dayenu divino, el todo sufiente de Dios, por el cual debemos dar gracias a Dios cada día. La primera vez que escuché la palabra dayenu fue en una alabanza de Michael Bunster & Puertas Eternas, la cual inmediatamente captó mi corazón, por lo que quise indagar un poco más sobre esta palabra hebrea. Mi primera fuente —como siempre— fue la Biblia, en sus idiomas originales, sin embargo, esa palabra en sí no se encuentra en ella, aunque su significado está explícito por toda la Escritura, porque es la Palabra misma. Dayenu es un poema judío, compuesto de quince estrofas en las cuales se narra todos los hechos históricos del pueblo de Israel, desde su esclavitud en Egipto hasta la construcción del templo. Musicalizado, es entonado en la celebración de la fiesta de la Pascua, en los hogares judíos, y todos unen sus voces para cantar el estribillo al final de cada estrofa, diciendo Dayenu, para expresar que, si eso hubiera sido la única intervención de Dios en la vida de ellos, hubiera bastado, pero Él hizo más que suficiente.
Dayenu significa eso precisamente: “más que suficiente”. Si lo ponemos en contexto, la canción empieza expresando lo bueno que ha sido Dios con el pueblo hebreo, para luego empezar enumerando 15 hechos que Dios les otorgó generosamente al pueblo hebreo. Los primeros cinco se refieren a la libertad de su esclavitud; los segundos cinco hablan de los milagros que Dios obró en el desierto; y los últimos expresan la manera en cómo Dios los acercó a Él. En otras palabras, ellos dicen: «Si Dios nos hubiera sacado de Egipto, nos hubiera bastado, pero Él hizo más: ejecutó justicia sobre los egipcios y sus dioses; mató al primogénito; nos dio sus riquezas; separó el mar para que pasáramos en seco y ahogó a los que nos perseguían en él; nos sustentó por cuarenta años en el desierto y alimentó con el pan del cielo; nos dio descanso santificando el sábado, y en el monte Sinaí nos dio la Torá; y cuando nos entró a la tierra prometida, nos dio el Templo donde pudiéramos expiar nuestros errores, ¡Dayenu! Nos diste más que suficiente».
Con ese canto tradicional ellos celebran y hacen memoria de la intervención de Dios en sus vidas hasta la construcción del templo. Mas, ¿es suficiente tan solo ser liberados de la esclavitud? ¿Hubiera bastado con tan solo que nos diera la Ley o Torá? ¿Es suficiente con tan solo poseer la tierra prometida o tener el templo? No, no hubiera bastado, no hubiera sido suficiente, y precisamente, ahí estriba Dayenu, el agradecimiento a Dios, de su bondad y de su infinito amor. El hombre por sí mismo no hubiera podido llegar hasta donde Dios los llevó y nos lleva. Si tan solo nos hubiera perdonado hubiera sido suficiente, pero Él nos dio más. No tan solo nos dio su vida, sino que nos dio una vida nueva en Él. Cada acto individual de bondad que Dios obró en ese proceso de redención nos obliga a alabarlo por siempre, de manera que Dayenu, más que una expresión de “suficiente” es una expresión de gozo, de alegría, de alabanza exaltada (heb. hallel) al Admirable, al Todopoderoso, al Excelso, a aquel que fue más allá por ellos, por ti y por mí.
¡Oh, mi hermano, mi hermana, “Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, lo exaltaré con alabanza” (Sal 69:30), con acciones de gracia, al Dios que es más suficiente! Nosotros no merecíamos su amor, y cualquier acción de su parte a nuestro favor hubiera bastado, no porque no lo necesitamos, sino porque no lo merecemos, pero Él hizo más, no tan solo por ellos como pueblo, sino por toda la humanidad. Entonces, vayamos por cada estrofa, haciendo el símil de lo que hizo ayer con lo que hizo y está siendo hoy el Señor Jesucristo, el todo suficiente…
Cinco estrofas de liberación de Dios del yugo de la esclavitud
Si Él nos hubiera sacado de Egipto, y no había llevado a cabo juicios contra ellos, Dayenu, ¡nos hubiera bastado! Si Él hubiera llevado a cabo juicios contra ellos, y no contra sus ídolos, Dayenu, ¡nos habría bastado! Si Él hubiera destruido sus ídolos, y no hubiera golpeado a su primogénito, Dayenu, ¡nos habría bastado! Si Él hubiera herido a su primogénito, y no nos hubiera dado sus riquezas, Dayenu, ¡nos hubiera bastado! Si Él nos hubiera dado sus riquezas, y no hubiera dividido el mar para nosotros Dayenu, ¡nos habría bastado!
De la misma manera, Jesucristo nos sacó del mundo, condenó el pecado en la carne, destruyó todas aquellas cosas de las cuales ahora nos avergonzamos, dándonos las abundantes riquezas de su gracia, Dayenu, más que suficiente.
Cinco estrofas de milagros de Dios
Si Él hubiera dividido el mar por nosotros, y no nos hubiera llevado a través de Él en tierra firme, Dayenu, ¡nos hubiera bastado! Si Él nos hubiera llevado a través del mar en tierra firme, y no hubiera ahogado a nuestros opresores en él, Dayenu, ¡nos habría bastado! Si Él hubiera ahogado a nuestros opresores en él, y no hubiera suplido nuestras necesidades en el desierto durante cuarenta años, Dayenu, ¡nos habría bastado! Si Él hubiera suplido nuestras necesidades en el desierto durante cuarenta años, y no nos hubiera dado el maná, Dayenu, ¡nos habría bastado! Si Él nos hubiera dado el maná, y no nos hubiera dado el Shabat, Dayenu, ¡nos hubiera bastado!
Así Cristo hizo un camino nuevo y vivo, y mediante el bautismo en su nombre, ahora somos salvos por fe. Asimismo, Cristo, es el pan que descendió del cielo para que todo aquel que coma de él no muera, y tenga vida eterna. Desde entonces, tenemos una nueva vida en Él, donde somos santificados y purificados a través de la Palabra nuestro maná, el pan de vida, Dayenu, más que suficiente.
Cinco estrofas de comunión con Dios
Si Él nos hubiera dado el Shabat, y no nos hubiera traído ante el Monte Sinaí, Dayenu, ¡nos hubiera bastado! Si Él nos hubiera traído ante el Monte Sinaí, y no nos hubiera dado la Torah, Dayenu, ¡nos hubiera bastado! Si Él nos hubiera dado la Torá, y no nos hubiera traído a la tierra de Israel, Dayenu, ¡nos hubiera bastado! Si Él nos hubiera traído a la tierra de Israel, y no hubiera construido para nosotros el sagrado templo, Dayenu, ¡nos hubiera bastado!
Cuando creímos entramos en el reposo de Dios. Por lo cual, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos libra de la ley del pecado y de la muerte, para servir al Dios vivo, en nuestro cuerpo, que es el templo espiritual, donde le damos un culto racional. Y todo eso lo disfrutamos por Cristo, el Dayenu eterno, el todo suficiente, no tan solo porque nos ha dado todo, sino porque se ha dado todo.
Este cántico es un recordatorio de la intervención de Dios en nuestras vidas, quien hasta aquí nos ha ayudado. Y si Dios no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Rom 8:32). En el momento que Jesús se despedía de los discípulos, después de haber resucitado, y sabiendo que debía ascender al cielo, les dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jua 14:1-3). Y si Cristo ha sido la provisión que nos ha dado el Todopoderoso, entonces, su muerte y su vida, y todo lo que somos en Él es Dayenu, más que suficiente para todos nosotros, demos gracias a Dios siempre.
Colaboración: Marítza Mateo